Les regalo un aforismo: el cine viajó a Venus amtes que a la Tierra. Y sí, antes de que los obreros de Lumière saliesen de la fábrica o de que un tren avanzara amenazante hacia la pantalla, el astrónomo Pierre Jules Jannsen captó una serie de fotografías con el tránsito de Venus alrededor del Sol, que tuvo lugar el 9 de diciembre de 1874, fotografías que unidas por el movimiento conforman una minipelícula, un gif, de 6 segundos. Sería la película más antigua conservada.
La fascinación por el Sistema Solar se dio enseguida en el cine mudo gracias a los trucajes y al éxito de películas como Viaje a la luna (1902) de Georges Méliès, aunque un año antes ya el cine se imaginaba a la Luna (mejor dicho: al señor Luna) en una producción británica, Mister Moon (1901).
De la cinta de Méliès se copian algunos elementos: el sueño de un astrónomo o un científico, que viaja, casi siempre a través de los sueños, con nave o con una escalera de cuerda, hacia la Luna o hacia otros planetas, principalmente Marte, aunque también Júpiter, donde no suele ser recibido amistosamente por sus habitantes. Ejemplos de ello lo tenemos en Voyage sur Jupiter (1909) dd Segundo de Chomón, más cercana a la estética de Méliès, o una interesantísima producción de Edison, en la que un científico, que experimenta con la falta de gravedad, acaba llegando a Marte y se convierte en un entretenimiento para un inquietante gigante marciano.
La parodia a este esquema es Matrimonio interplanetario (1910) de Enrico Novelli. Aquí un joven astrónomo acaba sorprendiendo a una elegante extraterrestre mirándole a través del telescopio y decide enviarle un telegrama declarándole su amor. Acaban casándose en Marte, planeta al que han llegado cada uno a su manera: él, con un proyectil parecido al de Méliès, ella con una nave Propulsada más finamente con una lanzadera entre cachimba y tobogán. Tras el breve y preceptivo enfrentamiento con marcianos, unas damas de honor fijan con su danza su eterno amor interplanetario.
Saturno no es meta de esos viajes, pero suele aparecer por el juego que dan sus anillos. Sí tiene un gran protagonismo en The ? Motorist (1906), producción británica de Robert W. Paul dirigida por Walter R. Booth. Una persecución pomicial acaba con el perseguido yendo con su moto plr el cielo de Londres y recorriendo los anillos de Saturno como una improvisada carretera.
En estos filmes hay rudimentos de animación que adquieren todo su esplendor cuando este arte está más desarrollado, especialmente con las películas de los hermanos Dave y Max Fleischer, en este caso una producción de 1926, Trip to Mars, parte de la serie Out of the Inkwell, en la que se juega a que un dibujo cobra vida más allá de las intenciones de su dibujante. Ambos se envían mutuamente al espacio exterior y acaban compartiendo nave, después de que el personaje animado compruebe que los marcianos son más amigables de lo que esperaba y más civilizados, con metro y todo.
Los Fleischer combinando imagen real y animación, como aquí, crearon una serie de films divulgativos sobre el Universo, la evolución del hombre y la ciencia, con un acercamiento menos fantasioso, pero igual de fascinante, que el que animó a estos oníricos viajes más allá de la Tierra.
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