Hace unos meses tuve la oportunidad de ver la película checa Happy End (1967) de Oldrich Lipský. Esta comienza en el momento en que un hombre sentenciado a muerte y ejecutado por el asesinato de su mujer resucita y relata su vida desde entonces, una autobiografía rebobinada, donde hechos y diálogos adquieren nueva perspectiva, siempre desde el humor negro. Así, por ejemplo, el descuartizamiento de su mujer en la bañera y posterior traslado en una maleta es visto y narrado como si hubiese recibido en casa una maleta con piezas de una mujer que se unían mejor en una bañera. El espectador además de aplaudir las numerosas muestras de ingenio del guion se pasa la película jugando a ver y comparar las dos líneas del tiempo que se le presentan y cómo quedarían los diálogos y los hechos en el orden correcto. A pesar de que no era muy larga, pensé que ese tipo de ejercicio retrospectivo de narrador y espectador podría darse de forma más intensa en un corto. Y así es en los tres cortos que os presento y enlazo.
Rewind (2007) de Atul Taishete es un corto mudo indio en el que el espectador participa de la reconstrucción de una partida de ruleta rusa y de las circunstancias, entre la habilidad y la trampa, que han llevado a uno de los tres personajes a quedarse con todo el dinero. Entramos en el corto a partir de un humo que vuelve a su cigarro, tan lentamente como una gota de sudor volverá más tarde a su frente. Su atmósfera oscura contrasta con la aparentemente más jovial y lúdica de los otros dos cortos, centrados en el amor. Digo "aparentemente" porque tienen un transfondo pesimista y de desconsuelo, especialmente si volvemos a poner al tiempo en su sitio.
Es sobre todo el caso del corto británico EVOL (2007) de Chris Vincze, también mudo. En él un hombre camina apesadumbrado hacia adelante mientras todo va hacia atrás. En lo que pasa a continuación podemos interpretar que es al revés, que él camina con sus recuerdos hacia el pasado, hacia la relación con una mujer que le divierte y a la que hace divertir, en momentos de comedia que recuerdan a la seducción de un musical. Aunque esta podría ser una de varias interpretaciones, pero deberían cuadrar con el hecho de que el título sea LOVE al revés y que en todo caso el amor nos hace desviar de la línea del tiempo. Uno de los momentos de mayor complicidad entre ellos se da cuando ella se toma un refresco y este sube en la dirección correcta hacia la boca de ella. Los dos se miran en su complicidad temporal, antes de los planos finales, los del reencuentro real (los dos han caminado hacia el pasado).
Curiosamente un refresco será el elemento crucial del otro corto, la película alemana Nie solo seiN (2003) de Jan Schomburg. Primero porque el protagonista se pasa buena parte del corto buscando algo que beber en un mundo que va en dirección contraria a la suya. Al final encontrará el amor y su refresco, dando la razón tanto a los que piensan que el amor es poco más que un intercambio de fluidos como a los que lo ven como la búsqueda recíproca de seres que buscan complementarse. No en vano el título es un palíndromo (es decir, una frase que se lee de la misma forma al derecho y al revés) y que en castellano se traduciría como algo parecido a "Nunca se está solo". Hablando de idiomas, la película está en alemán pero puede verse tranquilamente sin entender al narrador, incluso con el sonido apagado, pues tiene gran fuerza visual, ya desde su arranque en que un hombre y una mujer coinciden en el aire. Uno se acaba de lanzar desde un trampolín mientras el otro asciende desde el agua.
Esta última imagen, con la que ya se jugaba en algunos pasajes de Happy End (1967), la inventó Segundo de Chomón en los primeros tiempos del cine mudo. Su corto Plongeur fantastique (1905) ofrece varios saltos y regreso al trampolín de un bañista. También Alice Guy y su vista de un París donde todo va hacia atrás (Avenue de l'Opéra, 1900) y los Lumière con su Demolición de un muro (1896), en la que se ve cómo Louis Lumière y unos operarios derriban un muro y luego lo reconstruyen. Estos pioneros no van más allá de probar un recurso técnico, el movimiento inverso de las imágenes, a diferencia de otras tentativas de ficción retrospectiva más modernas como las que hemos visto, en las que se reflexiona sobre encuentros y desencuentros, el tiempo y la memoria y, cómo no, las expectativas de narrador y espectador.
Nominado a los Oscar en la categoría de mejor corto de animación, Reci, reci, reci... (1991, Palabras, palabras, palabras... ) de Michaela Pavlátová se inscribe en la larga y sólida trayectoria de la escuela checa de animación y es una buena muestra de sus pilares: el humor nada ingenuo, su estética muy lejana a la factoría Disney y sobre todo su búsqueda de la universalidad, reforzada por la ausencia de diálogos o la utilización de un idioma inventado para estos que pueda entenderse, paradójicamente, en cualquiera idioma. Aún más paradójico esto último en el caso de este corto, pues se habla de las palabras en nuestras conversaciones sin utilizarlas, sustituyéndolas por su significación, su simbología, las consecuencias de su uso, sus malentendidos, su forma de hacer cosas nombrándolas en común, sus mensajes intercambiables, etc. etc. En el pequeño espacio de un café todos esos usos se mezclan por entre las mesas en las conversaciones y en las historias que se adivinan: un camarero e...




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