La sociedad de entreguerras mostró un desenfado y una mezcla de elementos de muy diversa índole que determinaron la modernidad. El arte déco fue uno de los mecanismos para dar cuenta del cambio de paradigma, con el que los jóvenes, y especialmente ellas, ponían patas arriba el mundo y costumbres heredados de sus padres. Las ciudades cambiaron, los medios de transporte, la industria y el papel de la mujer, como en los cuadros de Tamara Lempicka.
La joie de vivre (1934), la colaboración animada más importante entre los artistas Hector Hoppin y Anthony Gross, uno británico y otro estadounidense afincados en Francia, es un claro compendio en blanco y negro de las propuestas del arte déco. A esos dos nombres hay que añadir el del compositor Tibor Harsanyi, cuya música acompaña desde el primer segundo el endiablado entusiasmo de dos muchachas que salen de la fábrica a disfrutar de su tiempo libre y a las que más adelante les acompañará un obrero. Espectáculo de danza entre líneas, figuras geométricas, tendidos eléctricos, vías de tren, pero también referentes de la naturaleza con los que los cuerpos, vestidos y desnudos, de las jóvenes se metamorfosean. El ritmo, ya de por sí trepidante, se acelera especialmente con la aparición del muchacho, que las persigue y que introduce además el motivo de la Cenicienta.
A ritmo de persecución también transcurre, esta vez en color, La caza del zorro (1936), siguiente colaboración de Hoppin y Gross. Un despreocupado y escurridizo zorro es perseguido no solo por los caballos y perros de la alta sociedad sino también por trenes, automóviles y otros símbolos del progreso. Lo viejo y lo nuevo se entremezclan y chocan siguiendo los pasos del trote del zorro. Que este trote justo sea el que dio nombre al foxtrot, un estilo de música y baile muy popular en los años 30, dota de un carácter claramente simbólico al personaje principal.
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