Rodada en blanco y negro y en 16 mm, con una repetitiva melodía de flauta compuesta por el propio Ray (flauta y ratón, el mito de Hamelin también asoma la cabeza), constituye como reza su subtítulo una fábula cinematográfica, en el que no se puede obviar el contexto de las guerras de Estados Unidos en Asia, aunque vista desde hoy puede servir para cualquier tipo de intervencionismo imperial y cultural. Las cosas no han cambiado demasiado.
La forma contundente en que acaba la rivalidad, una lucha desigual, y la mirada final de los niños, uno de derrota y otro que pasa en cuestión de segundos de la siberbia al arrepentimiento dejan un amargo sabor final al espectador, mientras el robot, la deshumanización total, también derriba juguetes artesanales en casa del niño rico. No hay vencedores en esta fábula que puede verse en Youtube, y que forma parte del conjunto de películas que la Academia hollywoodense restauró en los años 90, tras el Oscar honorífico al director.

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