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SANZ Y EL SECRETO DE SU ARTE (1918)


En 1917, un célebre ventrílocuo valenciano, Francisco Sanz Baldoví, aquejado de una afonía, decidió abordar el proyecto de llevar al cine el ambiente de sus espectáculos con autómatas y dar a conocer sus trucos para dotar a sus criaturas de movimiento. Él mismo, junto a un comediógrafo que empezaba a hacer sus primeras incursiones en el cine, Maximiliano Thous, dirigió la película, rodada en 1918 en los estudios barceloneses de Hispanofilms, estrenada en los años 20 y restaurada a finales de los años 90 por la Filmoteca Valenciana a partir de dos copias donadas por la familia del artista.


Se inicia como documental, presentándonos a los diversos autómatas que integran sus espectáculos, shows muy enmarcados en figuras arquetípicas del teatro de la época, no muy diferentes de un teatro de títeres. Como dice la propia película, no se nos pueden reproducir los diálogos entre el artista y sus personajes, pero sí mostrarnos lo que el público del teatro no podía ver: la trastienda del espectáculo, los mecanismos por los que Sanz consigue dotar de movimiento a sus autómatas. A diferencia de la idea que podríamos tener hoy de lo que supone tener en escena a un ventrílocuo, el arte de Sanz va más allá de imitar voces sin mover los labios; logra que sus muñecos articulados gesticulen y caminen junto a él, como si fuese el acompañante de un niño o un ciego, o incluso un bailarín en su danza. En un esquema inicialmente repetitivo se nos sitúa como un espectador más sentado frente al escenario, luego a la espalda del artista, viendo los botones y pedales que acciona y más tarde se nos abren los autómatas en canal para ver diseccionado el movimiento de las articulaciones de una mano, de los ojos, de la boca o el giro de cabeza. Nuestro imaginario curtido de muñecos diabólicos interfiere inevitablemente en el sano y necesario intento de trasladarnos a las convenciones sociales y artísticas de ese espectáculo plagado de tópicos y de un humor, especialmente en el caso de un autómata negro, políticamente incorrecto.

Cuando pasada la media hora documental de presentación y disección de la anatomía el espectador maravillado siente ya un poco cansancio de ese esquema, la película da un giro y se convierte en otra cosa, en una ficción, en una fantasía sobre cómo se relacionan los autómatas entre sí cuando no están con Sanz y seguimos las peripecias de uno de ellos, don Liborio, mezclado entre la gente de la vida real. El documental sobre Sanz da paso entonces a un falso documental sobre el regreso de don Liborio a su pueblo, a una comedia sobre sus sueños y pesadillas. Nosotros perplejos ante este giro a mitad de la película (la cinta dura 65 minutos), ante esta desaparición de Sanz, el ventrílocuo, nos sentimos como ante un mago que promete enseñarnos el secreto de su magia y nos engaña con otro truco diferente. Quizá el resultado no es del todo redondo, pero se agradecen el riesgo y la singularidad de la película, sin duda una rara avis dentro del cine mudo español, que puede verse en Youtube.



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